
Los ángeles y los fieles en la tierra cooperamos conjuntamente al diseño de salvación de Dios. Somos –por así decir– hermanos en la vocación. Ellos van delante del Señor para servirlo, para alabarlo y también para contemplar la gloria del rostro del Señor.
La Iglesia universal celebra el 29 de septiembre la Fiesta de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael: hemos de dirigirnos a ellos cuando se necesite su ayuda.
Los ángeles y los fieles en la tierra cooperamos conjuntamente al diseño de salvación de Dios. Somos –por así decir– hermanos en la vocación. Ellos van delante del Señor para servirlo, para alabarlo y también para contemplar la gloria del rostro del Señor.
Los ángeles son los grandes contemplativos. Ellos contemplan al Señor; sirven y contemplan. Pero también, el Señor los envía para acompañarnos en el camino de la vida.
Los tres arcángeles son ángeles destacados, tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación. El gran Miguel es el que hace la guerra al diablo, al gran dragón, a la serpiente antigua, que nos molesta en nuestra vida, está continuamente tentándonos para caer en el pecado.
El libro del Génesis narra cómo Eva se dejó seducir por la serpiente para que comiera del fruto prohibido. Esto es propio del diablo. Nos vence por la seducción y después nos acusa ante Dios: Es mío. Este me lo llevo conmigo.
Y Miguel le hace la guerra al demonio. El Señor le pide hacer la guerra al diablo. Para nosotros que estamos en camino en esta vida nuestra hacia el Cielo, San Miguel nos ayuda a hacerle la guerra, a no dejarnos seducir.
Por su parte, San Gabriel tiene la función de llevar buenas noticias, es el que llevó la noticia a Santa María, a Zacarías, a San José: la noticia de la salvación. Pero también nos recuerda que Jesús ha venido con nosotros para salvarnos.
El tercero es San Rafael, que camina con nosotros y protege de la seducción del demonio, de dar el paso equivocado.
San Miguel ayuda en la lucha; cada uno sabe qué lucha tiene hoy por hoy en su vida. Cada uno de nosotros sabe cuál es la lucha principal, la que pone en riesgo la salvación. San Miguel, ayúdanos.
San Gabriel, llévanos noticias, llévanos la Buena Noticia de la salvación: que Jesús está con nosotros, que Jesús nos ha salvado y nos da esperanza.
San Rafael, tómanos de la mano y ayúdanos en nuestra andadura cotidiana para no equivocarnos de camino, para no permanecer parados. Siempre caminar, pero ayudados por ti.
Nuestra Madre Santa María tiene que ser nuestra guía a lo largo de nuestra vida mientras realizamos nuestras tareas corrientes en el lugar que el Señor nos ha indicado y ayudar a los que nos rodean, a santificarse con su trabajo ordinario y en el ambiente familiar y social les toca vivir, santificando el ambiente que les rodea y en ese ambiente social determinado.
A la Madre de Dios y madre nuestra, pidámosle que, así como Ella supo ser fiel a su vocación y siguió las indicaciones de San Gabriel que le marcó el camino que tendría que seguir para realizar el designio de Dios en el mundo y luego, todo su caminar hasta la Cruz de Su Hijo Jesucristo, nos enseñe cómo realizar nuestra vocación en la tierra, hasta que el Señor nos reciba en el Cielo, como nos ha prometido.
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