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Transformación digital o transformación cultural: he ahí el dilema

Desde el punto de vista gerencial, la transformación digital parte de replantearse, inclusive, la vigencia de los modelos de negocio, siendo un elemento clave para cualquier redefinición estratégica los aspectos culturales de las firmas (empresas).

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Cuando se analiza la Transformación Digital versus la Transformación Cultural, surge la siguiente pregunta: ¿por dónde empezar? Claro está que la transformación digital no debe verse como un proyecto —es un proceso permanente— y, menos aún, concebirse como una iniciativa promovida por las áreas de tecnología de las empresas.
Es importante tener presente que, al hablar de transformación digital, hay que repensar el modelo de negocio de la organización en todas sus “dimensiones”, especialmente en los aspectos relacionados con los patrones de consumo de los clientes y cómo entregarles el conjunto de atributos que contienen los bienes o servicios demandados, y cómo la tecnología puede garantizar una entrega oportuna y eficiente. Los estudios de casos, como método de enseñanza-aprendizaje en las escuelas de negocios, demuestran que uno de los errores frecuentes cometidos por empresas que impulsan procesos de transformación digital consiste en centrar sus esfuerzos en la inversión en herramientas tecnológicas modernas (ERP, business intelligence, etc.), sin tomarse el tiempo necesario para reflexionar sobre la vigencia misma del modelo de negocio actual (puede suceder que el ecosistema al que pertenece su industria haya sufrido cambios radicales).
Recuerdo una ocasión en que, hablando de la necesidad de transformar los procesos del área financiera de la empresa e incorporar avances tecnológicos para la digitalización de procesos y optimización de recursos, personal del área de tecnología sugería trabajar en una estrategia de implementación de largo plazo, a pesar de que la tecnología cambia permanentemente y la aplicación de soluciones propias de la revolución industrial 4.0 a procesos optimizados podría rentabilizarse de manera inmediata. Esto lleva a pensar que la visión que se tiene sobre estos procesos es diversa. En algunos casos, se priorizan los aspectos tecnológicos por encima de las necesidades operativas de los usuarios.
Desde el punto de vista gerencial, la transformación digital parte de replantearse, inclusive, la vigencia de los modelos de negocio, siendo un elemento clave para cualquier redefinición estratégica los aspectos culturales de las firmas (empresas). La transformación digital puede requerir el cambio de ADN organizacional. La cultura apropiada para impulsar la transformación digital de los negocios es una cultura de agilidad, de experimentación y de iteración constante, es decir, una cultura relacionada con un producto mínimo viable (PMV); en otras palabras, es una cultura orientada a promover pruebas rápidas y correcciones inmediatas; una cultura empresarial basada en la velocidad. El significado de MVP —por sus siglas en inglés— es una versión de un producto desarrollado con la menor cantidad de esfuerzo para obtener valoraciones de los clientes antes de invertir más recursos en los prototipos.
Según la organización española Formato Educativo Escuela de Negocios, “al final del día, todos van a ser transformados. Hay unas industrias que están más cerca que otras de verse transformadas, pero todas requerirán revisar sus modelos de negocio. Finalmente, sin transformación cultural ni desarrollo de un nuevo ADN, no habrá experimentación, interacción ni aprendizaje, elementos claves para el cambio de los modelos de negocio”.
En este mismo sentido, en la Agenda Digital El Salvador 2020-2030 se puede leer que el dinamismo de la economía requiere de la digitalización de trámites e interoperabilidad entre sistemas, de técnicas comunes y de procesos estandarizados. Se puede concluir, entonces, que la tecnología facilita la competitividad de las empresas y, en casos extremos, sustenta la presencia de las firmas en los mercados a largo plazo; pero no se reduce a una simple adopción mecánica, especialmente cuando las empresas se aferran a métodos tradicionales de trabajo y patrones culturales propios de la era industrial 3.0.
 

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